Ha llegado la segunda ola y de nuevo no estamos preparados. Ni la sanidad, ni las poblaciones, ni nosotros mismos como empresa. Me acuerdo que en marzo, la frase que más me repetían era: “Ana, a los pequeños negocios, no os van a dejar caer. Os ayudarán“. Esas ayudas no han llegado y volvemos a estar totalmente indefensos.
Cara de tontos y orejas de burro
Es una sensación extraña la de levantarse de un día para otro y sentirse, sin comerlo ni beberlo, con un sambenito colgado. Mirarse al espejo y verse las orejas de burro, sentirse estigmatizado. Sobre todo cuando te has preocupado de ser lo más escrupuloso posible con las medidas sanitarias.
Cuando has adaptado tu negocio, no sin gran coste y esfuerzo, a todas las recomendaciones oficiales y entonces llega una segunda ola que te traga con toda las fuerzas.
La cara de tontos que se nos ha quedado a las decenas de miles de personas que componemos el sector en Navarra no nos la vamos a quitar ni con lejía.
Nos preguntamos ¿qué pasa con los otros espacios laborales en los que también se están produciendo contagios? ¿Qué pasa con las oficinas que no obligan al uso de la mascarilla cuando sus trabajadores están sentados y que pasan muchas más horas en una misma estancia cerrada?
¿Y en los transportes públicos atestados, o en los grandes almacenes o centros comerciales donde no cabe un alfiler? ¿ellos no tienen ninguna incidencia en los contagios en esta segunda ola?
Si tuviéramos mala fé…
podríamos llegar a pensar que, de fondo, lo que se está revelando es un desprecio o minusvaloración, no sin ciertos tintes clasistas, del sector de la hostelería. Que implícitamente se piensa que nuestro trabajo es menos necesario socialmente que el de otros sectores.
A fin de cuentas eso de “servir” siempre se ha visto como una tarea de segunda, como algo degradado. De un tiempo a esta parte nos encontramos con no pocos comentarios sobre la prescindibilidad de los sectores que sustentan el ocio en este país.
Nos preguntamos si se han puesto a pensar que detrás del “prescindible” ocio hay un gran porcentaje de personas para los que, ese ocio, es su trabajo, su única manera de llevar el pan a casa.
Nos preguntamos si esas mismas personas tendrán la cara de pretender volver a disfrutar de nuestros servicios. O incluso de quejarse o lamentarse cuando dentro de unos meses un gran porcentaje de sus restaurantes y bares favoritos hayan cesado su actividad.
Si pensáramos mal…
Todas estas restricciones nos empujarían a pensar que el discurso de los gobiernos ha cargado premeditadamente todas las tintas sobre la responsabilidad individual y sectorial. Todo para desviar la atención de su propia (i)responsabilidad institucional.
Asistimos a una escalada en forma de huida hacia adelante de nuestros gobernantes, implementando toda una batería de restricciones con el fin de aparentar de cara a los votantes que se hace algo y de tapar su nefasta gestión del problema sanitario.
Entendemos que puede tener cierta lógica tomar medidas que tengan bajos costes, ej.: el uso obligatorio de las mascarillas en cualquier espacio, ya sea abierto o cerrado.
Lo que no tiene ninguna lógica es tomar medidas fundamentadas (menos del 3.5% de los contagios reportados en hostelería según informes del Ministerio de Sanidad), que tengan devastadores costes sociales.
Segunda ola
La pandemia ha destapado la carencia de planificación y recursos públicos para afrontar un problema de esta magnitud. La gestión política en esta segunda ola se ha convertido en un laboratorio gigante dirigido por becarios pero, lo peor, es que a nosotros nos ha tocado ser las cobayas de todos los experimentos.
Se nos aboca a que juguemos a un juego en el que sus reglas cambian aleatoriamente y sin previo aviso.
¿Acaso pretenden que la gente gestione sus empresas sin tener una mínima certidumbre de si, lo que vale para hoy, lo hará para mañana?
Adelantan horas de cierre, de recogida y delivery pretendiendo que un país, con los horarios laborales casi siempre partidos y más tardanos de Europa, adelante sus comidas y sus cenas. ¿Cómo va cenar alguien a las 20:00 si su turno de fábrica acaba a las 22h o su turno de tarde de oficina lo hace a las 20:30 h?
No queríamos que esto sonase como un lamento victimista pero las circunstancias lo hacen casi inevitable. Todo, o casi todo, el sector gastronómico nos hemos reinventado y hemos dado lo mejor de nosotros en estas circunstancias variables y caóticas. Y, por supuesto, nos hemos esmerado en ser extremadamente correctos en el cumplimiento de todas las medidas.
Después de tanto sacrificio, nos hemos dado de bruces con unas imposiciones discrecionales y desmedidas que, evidentemente, vamos a cumplir a pies juntillas.
No sabemos cuándo se producirá el siguiente giro brusco de timón en esta segunda ola. No sabemos qué pasará si estas medidas no tienen el efecto que se desea. ¿Volveremos a ser un sector respetable y respetado como todos los demás? ¿Se nos restituirá lo que se nos ha quitado o seguiremos siendo la cabeza de turco? Estaremos atentos, mientras aguantemos, al siguiente capítulo de esta distopía que cada vez se parece más a un sainete.
Sólo esperamos que seáis pacientes y podamos celebrar juntos en las barras esa, ahora, anhelada normalidad que antes dábamos tan por sentado.
¡Salud!
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